Leer desde la empatía: una propuesta para la educación literaria
María Orozco Ávila*
Es imposible probar que la lectura aumenta la empatía, sin embargo, se trata de una habilidad que sí es posible aprender y ejercitar en el aula. La escuela podría convertirse en un espacio para ponerla en práctica, a través de un diálogo honesto inspirado por la literatura infantil de calidad, que lleve a los estudiantes a imaginar cómo será estar en los zapatos del otro.
El año pasado me topé con un proyecto que se llama Empathy Lab, y que se vincula con la enseñanza de la literatura en la escuela. Me llamó mucho la atención su propuesta de trabajo ya que hacen de la empatía el eje que atraviesa su quehacer. Este es un tema que ha despertado mi curiosidad desde que leí que la lectura de ficción se relaciona con el desarrollo de la alfabetización emocional[1].
Empathy Lab define la empatía como la capacidad de imaginar y compartir los sentimientos y perspectivas de otras personas. Muchas veces se define como el estar en los zapatos de otras personas, pero esto es algo que no se puede lograr del todo. Lo que sí podemos desarrollar es nuestra habilidad para imaginar cómo se sentiría estar en esos zapatos. La empatía es también un elemento esencial en la educación, ya que construye las relaciones que cada estudiante necesita para aprender y sentir seguridad.
Qué importante es que el estudiantado desarrolle esta habilidad precisamente en estos tiempos, donde los discursos de odio y exclusión están a la orden del día. Y qué relevante también es darle otros enfoques a la educación literaria, que se centren más en fomentar el entendimiento entre las personas y el desarrollo de la imaginación, y menos en probar la comprensión lectora de las y los estudiantes.
Algo que me llama la atención es que escucho dos opiniones contrarias sobre la relación entre literatura infantil y empatía. Por un lado están quienes sostienen que leer ficción efectivamente desarrolla la empatía de quienes leen, pues les ayuda a estar en contacto con las emociones de otras personas[2]. Por el otro, estamos quienes sabemos que esto no se puede probar[3], y mucho menos puede ocurrir por generación espontánea, aunque haya personas confiadas en que sea algo que se pueda enseñar en la escuela, gracias al acompañamiento de docentes, bibliotecarios y mediadores de lectura.
Hay un riesgo enorme en romantizar los efectos de la lectura, pues leer no nos hace necesariamente mejores personas, y las personas lectoras no son buenas por naturaleza. ¿Qué tan empáticos eran, entonces, aquellos genocidas que tanto disfrutaban los libros? Quizá lo que valdría la pena pensar es que la enseñanza de la literatura en la escuela podría enriquecerse muchísimo si las y los estudiantes tuvieran la oportunidad de dialogar acerca de los personajes y sus experiencias de vida. Si bien, como ya dije, jamás podremos estar plenamente en los zapatos de otra persona, sí podemos imaginar cómo sería traer puestos sus zapatos. Y en esto la literatura infantil puede jugar un papel fundamental.
Mi propuesta de intervención tiene que ver con posibilitar que las y los estudiantes sean críticos ante lo que leen . No pretendo aquí argumentar que los libros infantiles –y en particular los que abordan valores– podrían enseñarles modelos de comportamiento positivos y, así, desarrollar su empatía. Tampoco que leer cualquier libro escrito para público infantil o juvenil basta para tener empatía. La literatura infantil de calidad[4] está compuesta por obras que conciben a niños y niñas como seres capaces de cuestionar la realidad y no como entes a quienes los libros deben enseñarles valores. Por el contrario, lo que sugiero, es la importancia de motivarlos para que aprendan a expresar sus opiniones lejos de lo “políticamente correcto”. Porque sucede algo muy poderoso cuando permitimos a las y los estudiantes hacer conciencia de que toda lectura atraviesa nuestra experiencia personal: lo que somos, lo que conocemos, lo que hemos vivido.
La investigadora afroamericana Rudine Sims Bishop[5] desarrolló la metáfora de “espejos, ventanas y puertas” para las personas lectoras. Ella dice que los libros funcionan como espejos cuando ellas se ven reflejadas en los personajes y sus vivencias, y esto las lleva a conectarse con sus experiencias de vida; en ventanas cuando les permite asomarse a otras realidades, culturas o vivencias; y en puertas si las induce a cuestionar la realidad.
Por otro lado, resulta interesante que la empatía se componga de estos tres elementos, que hacen eco de esta metáfora: sentir, pensar y actuar. En primer lugar, se dice que la empatía requiere de conectar con los sentimientos de otra persona, lo que nos conduciría a tratar de imaginar cómo son esos sentimientos y cómo los vive esa persona. Por último, esto quizá nos inspire a acercarnos a ella o a sus semejantes y a comprender que la experiencia humana es algo compartido.
En ese sentido, para las y los estudiantes resulta más relevante conversar acerca de personajes y sus sentimientos, que responder a preguntas para valorar su comprensión lectora[6]. Estar obligados a contestar cómo se llamaba la mascota del protagonista o de qué color era su camisa, aniquila la curiosidad. También impide que la historia atraviese la experiencia vital de quien está leyendo, elemento indispensable para conectar con el texto. Esto nos permite también que un libro cobre sentido y que genuinamente queramos continuar con su lectura.
El dialogar sobre experiencias de vida tan distintas a las propias –las cuales se pueden conocer a través de la lectura– afecta positivamente el deseo de seguir leyendo. También el escuchar a otras y otros compañeros que han atravesado situaciones similares a las de los personajes. Pues desde la empatía aparece la curiosidad por querer conocer el desenlace de un acontecimiento o la resolución de un conflicto. Esto puede llevar al entendimiento de que las personas, sin importar sus orígenes, no son tan distintas entre sí.
La literatura infantil puede ofrecer espacios simbólicos seguros para “soñar”, “descansar”[7] y “explorar” emociones complicadas en un ambiente contenido. Además, al hablar de lo que le ocurre a una diversidad de personajes sin referirse a sí mismos, las niñas y los niños pueden dar sentido a sus experiencias de vida sin miedo a sentir y expresar su vulnerabilidad. En otras palabras, al dialogar a partir de lo leído ocurre cierto distanciamiento que otorga a las personas lectoras la libertad de compartir sólo aquello que deseen compartir[8], en un espacio de contención que no se evalúa.
Pienso en el enorme potencial que tiene “evaluar” la comprensión lectora desde los elementos que llamaron la atención de las y los estudiantes, enfocándose más en las vivencias de personajes (sin importar si estos son humanos o no). Esto permitiría a cada estudiante conectar genuinamente con sus intereses y poner en práctica su pensamiento crítico. Aquí no se trata de decir simplemente si un libro les gustó o no, sino de imaginar cómo será la vida desde los ojos de alguien más. Ojalá las escuelas adopten estas prácticas para fomentar la educación literaria, y con ello la empatía y la comprensión lectora.
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Referencias
Nikolajeva, M. (2013), “Did you Feel as if you Hated People?”: Emotional Literacy Through Fiction”, New Review of Children's Literature and Librarianship, 19:2, 95-107.
Arizpe, E., Zárate, M., McAdam, J., e Hirsu, L. (2022), Estrategias de mediación cultural en emergencias, Cerlalc, Santiago.
Bishop, R.S. (1990), ‘Mirrors, Windows and Sliding Glass Doors’, Perspectives: Choosing and Using Books for the Classroom, vol. 6, no. 3.
Empathy Lab (s.f) disponible en: https://empathylab.uk/
Hammond, C. (2019) “Does reading fiction make us better people?”, BBC, disponible en: https://www.bbc.com/future/article/20190523-does-reading-fiction-make-us-better-people
Hirsu, L., Arizpe, E. and McAdam, J.E. (2020), ‘Cultural Interventions Through Children’s Literature and Arts-Based Practices in Times of Disaster: A Case Study of Reading Mediators’ Response to the Mexican Earthquakes (September 2017)’, International Journal of Disaster Risk Reduction.
[1] Nikolajeva, 2013.
[2] Hammond, 2019 y Empathy Lab, 2025.
[3] Nikolajeva, 2013.
[4] Por supuesto que a veces no es claro entender qué libro infantil realmente es de calidad. Por eso hago la invitación a las y los lectores para que se acerquen a las guías de recomendaciones que publican instituciones que, desde hace años, se encargan de la promoción de la lectura. Recomiendo en particular a IBBY México, al Banco del libro de Venezuela y a la Fundación Cuatro Gatos.
[5] 1990.
[6] Empathy Lab, 2025.
[7] Hirsu, L., Arizpe, E. and McAdam, J.E. (2020).
[8] Arizpe, E., Zárate, M., McAdam, J., e Hirsu, L. (2022).
*María Orozco Ávila
Es integrante de MUxED, es especialista en Literatura Infantil. Egresada de la maestría en Literatura Infantil y Literacidades (University of Glasgow), como becaria Chevening, dirige el proyecto Pirinola Lectura, que busca acompañar en la crianza a familias, docentes e instituciones, por medio de la literatura infantil.