Ecos de la escritura para conservar nuestra historia
Lorena Turquie*
Este artículo invita a pensar sobre la importancia de la escritura como registro histórico y herramienta de preservación cultural. Aunque hoy el acceso a leer y escribir es mayor que nunca, persisten desafíos como el analfabetismo funcional y la pérdida de registros significativos ante la volatilidad de los formatos digitales. La escritura, más allá de ser un medio de comunicación, es un acto de resistencia, memoria e identidad que permite a las personas narrar su historia y dejar huella. En un mundo cada vez más digitalizado, destaca la urgencia de conservar y valorar la escritura como patrimonio colectivo y vehículo para construir un legado duradero.
¿Cuántas veces se da por sentado el registro de la historia? A diferencia de siglos pasados hoy los retos globales van desde la alfabetización inicial hasta el resguardo de los registros escritos, por eso hoy me mueve preguntarme ¿cómo conservamos nuestra historia?
Aprendimos a leer y a escribir en nuestra infancia, muchas de nosotras les leímos a nuestros hijos, hijas, nietos, nietas, sobrinos y sobrinas a lo largo de su vida, con el tiempo hemos escrito y contado historias para niñas y niños, para colegas, incluso estudiantes. Leemos y escribimos con fluidez, pero esta situación no es igual para toda la población.
Según datos de la UNESCO y de acuerdo con los censos de población, el 95.8% de las y los mexicanos sabe leer y escribir, pero alcanzar un alfabetismo funcional[1] es aún un reto importante[2]. Asistir a la escuela, aprender a leer y escribir (entre otros conocimientos) ayuda a construir el capital cultural de las personas, eso influye en sus decisiones, desde opciones de vivienda, de vida y del propio ejercicio de los derechos. Influye en poder conocer, escribir y ser más que testigos de su historia.
En 2015, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) puso en marcha el Módulo de Lectura (MOLEC), una encuesta sobre el hábito de la lectura en México, el cual destaca que el porcentaje de población lectora disminuyó 14.6 puntos porcentuales en nueve años, entre 2015 (84.2 %) y 2024 (69.6 %). No obstante, respecto al dato de 2023 se observa un ligero aumento de 1.1 puntos porcentuales. Los textos más leídos el último año fueron libros seguidos de páginas de Internet, foros o blogs[3].
Hoy destaco que la escritura es, sin duda, una herramienta privilegiada para el registro histórico y cultural. Sin embargo, también es cierto que escribir es un acto de resistencia y memoria, pues preserva historias, valores, emociones y experiencias. Escribir es una forma de trascender el tiempo.
Desde las primeras formas de escritura en tablillas de arcilla, los papiros y manuscritos medievales, los libros y registros escritos han sido el principal medio para plasmar conocimientos, preservar tradiciones y transmitir ideas de generación en generación, son entonces registro y patrimonio de la humanidad. En total coincidencia con Irene Vallejo, los textos han guardado las luchas, los sueños y los pensamientos de las sociedades, convirtiéndose en auténticos puentes hacia el pasado. La pérdida de lo escrito es la pérdida de una parte de la humanidad.
Escribir entonces trasciende a ser sólo una herramienta para narrar, crear y reafirmar las identidades de cada época, otorga voz a las personas y a culturas que de otro modo serían olvidadas. Si no leemos asiduamente, si no practicamos la escritura más allá de los mensajes de 5 líneas o de un post, ¿qué le depara al mundo?
A la luz de la revolución digital, hoy vivimos un verdadero impacto en los textos escritos: el acceso a la escritura y la lectura ha alcanzado una escala sin precedentes. Un mensaje corto llega en segundos, puede lograr un impacto tremendo hasta ser trending topic, ser tan volátil como eficaz, como también lo es una fake news. Las plataformas, los blogs, las redes sociales, y las aplicaciones de mensajería instantánea borraron las fronteras, los horarios y también, los límites a la intimidad de nuestras vidas.
Tan sólo ha pasado el primer cuarto del siglo XXI, pero ¿es hoy más fácil comunicar la historia? ¿Cuánto tiempo prevalecerá lo que hemos dicho, lo que hemos escrito?
¡Ah! Tenemos páginas web, también blogs, aplicaciones y sitios en la nube que guardan lo que escribimos. Escribir en las redes nos da visibilidad, democratiza el acceso a información que hace tres décadas no podríamos conocer si no éramos investigadores con acceso a acervos exclusivos o pagábamos una suscripción a sitios especializados.
La interactividad es una maravilla: genera comunidades de lectores, lectoras, escritoras y escritores globales, algo que no era posible con los formatos físicos. Sin embargo, su impacto también es relativo, es inasible. Mientras se abren comunidades de lectonautas; mientras sabemos de la otra persona con un “estado”, también pasamos a lo que sigue y no dejamos una huella palpable de lo que sucede.
Aclaro que no me opongo a la modernidad. Sólo me llena de nostalgia pensar que existe el riesgo de perder la historia escrita que cuente a la humanidad cómo la vivimos cada persona, qué pasó en la vida de nuestro país, en la guerra en medio oriente, o en las miles de acciones que, tras el COVID, se impulsaron para abrazarnos como humanidad –como curar heridas y llenar ausencias– o para actuar y cerrar las enormes brechas de desigualdad que, a diario, se profundizan aún más.
Aunque las plataformas digitales han hecho posible que miles de millones voces se expresen, el futuro de estos registros dependerá de las decisiones que tomemos hoy para preservar esta "escritura fugaz". ¿Quién va a escribir nuestra historia si la mitad de las niñas y niños en 3º de primaria no saben leer ni escribir? ¿Quién lo leerá analíticamente si prevalece el analfabetismo funcional?
Tenemos una tarea como sociedad, porque de una manera u otra la historia la escribirán mañana quienes saben leer y escribir, las y los letrados. Y eso es el equivalente a que sólo sabremos la versión de quienes se asumen como los legítimos redactores de la historia. La lengua es una extensión de la identidad cultural, cada idioma, cada lengua originaria porta una cosmovisión única y, como están en los márgenes, se están difuminando.
Irene Vallejo nos dice que “las palabras nos vinculan con nuestra historia, nuestras raíces y nuestro ser”. Hoy, la escritura digital da plataforma y voz a movimientos sociales, en las redes abre un espacio para denunciar injusticias y compartir relatos alternativos a los discursos oficiales, para convocar, persuadir, sofocar o enaltecer. Podríamos pensar que nos ayudan a escribir la historia pero ¿si colapsa la nube? o ¿si la inteligencia artificial la escribe por nosotros y nosotras?
La redefinición de la escritura nos reta a ser personas creativas para preservar el conocimiento, para compartir lo que aprendemos, para expresar emociones y también para que, incluso, un discurso o una conferencia sea algo posible de leer, revisitar, citar.
A pesar de los cambios tecnológicos, la necesidad de expresión sigue siendo fundamental en la experiencia humana. Aunque el formato de la escritura cambie, me gusta pensar que la esencia de la escritura como reconocimiento de la experiencia humana y vehículo de transformación permanecerá intacta. Qué nos permitirá mantener nuestra herencia cultural, preservar nuestra identidad y nuestra memoria colectiva.
Todas nosotras desde nuestros espacios tenemos oportunidades inigualables para conservar esta memoria, de construir y reconstruir los rompecabezas de culturas y saberes que sólo a partir de la conversación y de la escritura toman forma y dan estructura a la historia, a la vida misma. A manera de reflexión final retomo la voz de Irene Vallejo para decir que: “la escritura es la mejor defensa contra el olvido”.
“Texto publicado originalmente en Pluma púrpura, el Blog de MUxED, y con su permiso se reproduce en este medio.”
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[1] La alfabetización funcional permite a las personas realizar todas aquellas actividades en las que la alfabetización es necesaria para el funcionamiento eficaz de su grupo y comunidad. También permite a una persona usar la lectura, la escritura y el cálculo para su propio desarrollo y el de su comunidad.
[2]UNESCO (2024), Alfabetismo infantil de aprendizajes fundamentales, clave para transformar a México, consultado en: https://www.unesco.org/es/articles/alfabetismo-infantil-de-aprendizajes-fundamentales-clave-para-transformar-mexico
[3] INEGI (2024), Comunicado de prensa número 235/24, 23 de abril de 2024, consultado en: https://www.inegi.org.mx/contenidos/saladeprensa/boletines/2024/molec/molec2024.pdf
*Lorena Turquie
Integrante de MUxED. Politóloga, con maestría y doctorante en Políticas Públicas, especialista en Cultura de la legalidad y educación. Consultora y evaluadora de políticas del sector social. Integrante de Faro Social y Educativo AC, una organización que reúne a especialistas en políticas educativas y sociales.