Jugar, aprender y trabajar toda la vida
Alina Bassegoda Treviño*
El envejecimiento poblacional y la reducción en tasas de natalidad han generado cambios importantes en nuestras sociedades, promoviendo la convivencia de múltiples generaciones en ámbitos familiares y laborales. Este hecho ofrece oportunidades y obliga a desarrollar estrategias para integrar el juego y el aprendizaje a lo largo de la vida fomentando la creatividad, el bienestar y la resiliencia en todas las edades.
Es completamente falso y arbitrariamente cruel
poner todo el juego y el aprendizaje en la infancia,
todo el trabajo en la edad madura
y todos los arrepentimientos en la vejez
Margaret Mead
El aumento en la expectativa de vida y la reducción en tasas de natalidad han generado cambios importantes en nuestra sociedad. A pesar de resistencias sociales y sindicales, la realidad socioeconómica ha obligado a grandes segmentos de la población a prolongar su vida laboral, de modo que en los espacios de trabajo coinciden con creciente frecuencia tres y hasta cuatro generaciones. También en las familias es cada vez más común que las personas convivan durante décadas con sus nietos, nietas y hasta conozcan a bisnietos y bisnietas. Estos fenómenos significan valiosísimas oportunidades para construir sociedades más integradas y diversas, donde las personas podamos envejecer activa y sanamente, disfrutándonos y aprendiendo unas de otras.
La cita de Margaret Mead en el epígrafe de este artículo advierte que tradicionalmente las sociedades han compartimentalizado el juego, la educación y el trabajo en distintas etapas de la vida, sin dejar nada a qué aspirar en el camino a nuestra vejez. Pero el envejecimiento de nuestras sociedades nos permite y debería obligarnos a repensar estas segmentaciones. Las personas somos lúdicas, curiosas y creativas toda la vida; toda la vida podemos y queremos divertirnos, aprender y aportar cosas a la sociedad.
Mucho se ha escrito e investigado sobre la importancia del juego para el desarrollo infantil. El juego es esencial para aprender a hablar, escribir, contar, y también para aprender a relacionarnos con las y los otros y para desarrollar nuestras habilidades motrices. El juego no es solo una forma de entretenimiento, sino una herramienta de socialización que ayuda a insertar a los niños y las niñas en la sociedad, a que aprendan sus reglas y naveguen interacciones con las demás personas. Sin embargo, la idea de que el juego debe limitarse a la infancia es artificial.
El juego también es esencial para las personas adultas. Participar en actividades lúdicas puede fomentar la creatividad, mejorar las habilidades para resolver problemas y potenciar la función ejecutiva. Las personas que incorporan el juego en sus vidas a menudo muestran mejor adaptabilidad y manejo del estrés, lo que conduce a mayor bienestar general.
Al seguir jugando en la edad adulta, ya sea en pasatiempos, deportes, actividades creativas o incluso aprendizaje basado en el juego, las personas tienden a ser más innovadoras y resilientes ante los desafíos. A sabiendas de ello, empresas como Google y Facebook han incorporado espacios de juego y tiempo creativo en sus entornos laborales para impulsar la creatividad y la productividad de las y los empleados.
Aún en la tercera edad, el juego puede y debe ser parte central de nuestra vida. Las ancianas y los ancianos que participan en pasatiempos y deportes con otras personas reportan niveles más altos de bienestar. Desde los juegos de mesa hasta el tenis, los juegos en pareja o en grupos más grandes traen beneficios cognitivos, emocionales y físicos a lo largo de toda la vida. Otras actividades creativas, como pintar o escribir a menudo brindan también a las personas mayores un sentido de propósito y alegría.
Algo semejante pasa con la educación. El aprendizaje no se limita a la escuela formal; es un proceso de por vida que, como sugiere Margaret Mead, no debe terminar con la infancia y juventud. Las personas adultas también necesitan seguir aprendiendo para adaptarse a entornos y tecnologías cambiantes.
Si antiguas generaciones podían resignarse a (o quizás celebrar) la llegada del día en que ya “lo sabían todo” –tal vez en su graduación, o en cualquier otro ritual que marcara el final de su aprendizaje de un oficio– hoy es cada vez más evidente que ese día no llega nunca. La ciencia y la tecnología avanzan a pasos agigantados; el Foro Económico Mundial predijo en 2021 que, este año, 50% de las personas empleadas necesitarían reciclarse debido a ello. Esto subraya la necesidad de adoptar un aprendizaje de por vida, donde la educación no solo se trate de adquirir conocimientos, sino también de desarrollar habilidades como la resiliencia, la tolerancia al estrés y la flexibilidad.
El trabajo es a menudo visto como la característica definitoria de la edad madura, pero también debe evolucionar a lo largo de la vida. A medida que la tecnología avanza y los roles laborales cambian, necesitamos adaptarnos y aprender nuevas habilidades. La necesidad de colaborar con diferentes generaciones, aprender de ellas y enseñarles se vuelve crucial. Aún la infancia tiene aportes importantes que hacer a la vida laboral desde los espacios educativos, con proyectos significativos que atiendan problemas reales en entornos seguros. El trabajo no debe verse como una entidad estática, sino como un proceso dinámico que implica un crecimiento y aprendizaje continuos.
Juego, aprendizaje y trabajo son diferentes aspectos de la actividad humana, desde la cuna hasta la tumba. Son engranajes de un sistema que necesitamos conjuntar para llevar una vida plena. No hay aprendizaje más significativo que el que se realiza a través de proyectos con un impacto real en las comunidades escolares. Tampoco hay trabajo más satisfactorio que el que nos divierte y nos obliga a ser creativos; ni hay juego más atractivo que el que nos desafía a aprender y a avanzar. Jugar con otras y otros, aprender, enseñar y trabajar en cosas divertidas y llenas de propósito, son aspiraciones de todas las personas, a todas las edades.
El 11 y 12 de junio próximos se celebran, respectivamente, el día internacional del juego y el día internacional contra el trabajo infantil. Es una buena ocasión para reflexionar sobre la preocupación de Margaret Mead y cómo las escuelas, empresas y espacios recreativos han de evolucionar de modo que las diferencias entre ellos sean cada vez menos definitorias. El camino ha comenzado… Con iniciativas como la llamada “aula invertida” –flipped classroom–, el aprendizaje por proyectos, los espacios lúdicos de simulación de empleos, los espacios de recreación en las empresas, o las universidades para la tercera edad. Hay mucho por andar, pero la travesía se antoja.
Redes sociales
Correo: alina.bassegoda@gmail.com
BSKY: Alina Bassegoda
Referencias
Foro Económico Mundial (2021). Cómo el juego puede ayudarte a tener éxito en el trabajo. https://www.weforum.org/stories/2021/04/how-playing-can-help-you-succeed-at-work/
*Alina Bassegoda Treviño
Integrante de MUxED. Actualmente es profesora en la Universidad Iberoamericana, Ciudad de México y, entre 2000 y 2014, fue profesora del Tecnológico de Monterrey. Es socia fundadora de Mente en Forma SC, una organización sin fines de lucro que tiene como objetivo promover la inclusión social y laboral de los adultos a través del desarrollo de habilidades blandas y duras, especialmente el uso de la tecnología. Alina es, sobre todo, una “aprendedora profesional”.