En tiempos inciertos, acompañar el camino del aprendizaje

Martha Patricia Pereira Moncayo*

 

Vivimos en tiempos inciertos, sin embargo, los sistemas educativos siguen apuntando a una propuesta de aprendizaje para la certidumbre. Esto puede cambiar si se apuesta por un aprendizaje para la incertidumbre, desde una perspectiva centrada en las personas y sus virtudes, un caminar colaborativo y propiciar el encuentro consigo mismas.


“Totó, creo que ya no estamos en Kansas”[1], dice Dorothy a su fiel perro luego de haber sido depositados por un tornado en una tierra desconocida. A pesar de, o precisamente por la incertidumbre ante lo desconocido, la pequeña niña se atreve a buscar ayuda para encontrar su camino de regreso a casa. En este proceso conoce a otros personajes que, como ella misma, están en búsqueda de algo especial: un espantapájaros que quiere un cerebro, un león que necesita valor y un hombre de hojalata que anhela un corazón. El Mago de Oz es un libro clásico, en el que Dorothy y el resto de protagonistas siguen un camino de baldosas amarillas en busca del Mago, quien puede guiarlos para conseguir sus objetivos.

Al igual que Dorothy, hemos aterrizado en una realidad inédita luego de haber vivido un torbellino de sucesos que iniciaron en 2020 con la pandemia por covid-19; a esto se han sumado nuevas guerras, el desarrollo y uso abierto de la IA, elecciones y fluctuaciones arancelarias y la amenaza de un más profundo cambio climático, entre otras amenazas. A diferencia de la trama de El Mago de Oz, como sociedad aún no hemos encontrado nuestro camino amarillo.

Específicamente en lo tocante a la educación y al aprendizaje, la crisis provocada por el aislamiento obligatorio derivado de la pandemia del covid-19, la suspensión de clases presenciales y el uso obligado de tecnología para la continuidad de la enseñanza, parecían haber cambiado el significado del aprendizaje escolar. Sin embargo, una vez reabiertas las escuelas, las estructuras del sistema prevalecieron y la educación diseñada para aprender en la certidumbre, sigue en pie.

Hace ya más de 100 años, la educación se ha basado en el modelo productivista[2] que privilegia la repetición sobre la creatividad; la sumisión sobre el pensamiento crítico; que promueve el individualismo sobre la colaboración; los conocimientos y destrezas medibles sobre las virtudes humanas, y la meritocracia sobre la equidad. A esta estructura básica se le colocan nuevos ropajes que prometen cambios profundos: nuevas tecnologías, teorías, emprendedurismo y “habilidades blandas” o alguna otra tendencia; las cuales se presentan como las soluciones mágicas para mejorar el aprendizaje, o peor aún, como los fines últimos del aprendizaje. Pero los resultados están a la vista: mayores brechas en lo social, económico y de acceso a servicios y tecnología; estudiantes con poca motivación e interés por el aprendizaje, con problemas sociales y de salud mental y sistemas educativos que pueden dar poca respuesta ante la celeridad de los cambios[3]. Como sucedió en la pandemia.

En cuanto a la preparación para el ámbito laboral, que actualmente es el fin más común de la educación, en más de un reporte se ha mencionado[4] que no sabemos qué empleos existirán en el futuro, por lo que orientar la educación exclusivamente a preparar a los estudiantes para un futuro laboral incierto resulta no sólo incoherente, sino injusto para con las infancias y juventudes. Más aún ahora que la presencia y la utilización de la IA ponen en duda la relevancia de la labor humana en muchos campos.

Si, por el contrario, las escuelas enfocaran sus esfuerzos hacia una educación para el aprendizaje en la incertidumbre –desde la realidad cotidiana y el presente, desde el desarrollo del ser, su maduración y florecimiento– la cual privilegie la colaboración, la constante generación de preguntas, el diálogo y la reflexión, la comunicación, la curiosidad y creatividad, las y los estudiantes tendrían probablemente mayores posibilidades de enfrentar situaciones complejas y cambiantes y buscarían seguir aprendiendo en el futuro.

De regreso a la historia de El Mago de Oz, vemos que es el vínculo y la colaboración entre Dorothy y sus aliados –cada quien, desde sus limitaciones y fortalezas– lo que permite el éxito de sus propias misiones. Así, la valentía, la honestidad, el ingenio, la generosidad, la justicia, la amabilidad (es decir, las virtudes en el sentido aristotélico) son las que destacan como el principal recurso de cada personaje para la resolución de problemas y para su crecimiento individual. Cada quien aprende desde su propia experiencia, contando con una red de apoyo, enfrentando y superando desafíos, paso a paso.

Como ya lo señaló Vygotsky[5], el aprendizaje es un acto social que presupone interacciones: necesita del vínculo entre pares, entre aquellos que saben menos y quienes saben más. El aprendizaje no sucede en el vacío; se logra a través de la inspiración, el ejemplo y con la ayuda de las y los otros. Por lo que la educación para la incertidumbre también debe ir dirigida a favorecer las relaciones humanas, en especial en las etapas iniciales del desarrollo infantil que es cuando se sientan las bases del futuro desarrollo cognitivo y emocional, la capacidad de saber qué se siente y por qué, qué se desea y cómo conseguirlo[6].

Cada niño y cada niña encierra una promesa desconocida, un potencial que no se conocerá a menos que se le brinde el afecto, apoyo y guía necesarios para manifestarse. Con cada niño o niña que fracasa en su aprendizaje, no sólo es él o ella quien pierde: es la sociedad entera la que se ve privada de los descubrimientos, aportes o solidaridad que hubiera podido entregarle a cada aprendiz.

Por eso, el ideal de la educación para la incertidumbre y, parafraseando a Antoine de Saint- Exupery, debería ser acompañar a la otra persona al encuentro de sí misma, animándola sutilmente en ese delicado proceso; de manera que las infancias y las juventudes sepan que cuentan con la certeza que no tendrán que transitar solas el camino amarillo de su aprendizaje y crecimiento.

Como seres vivos contamos con pocas certezas. Una de ellas es que el cambio y la incertidumbre estarán presentes a lo largo de nuestras vidas; otra es que, como todo ser vivo, aprendemos constantemente para poder sobrevivir; pero todas y cada uno también podemos aprender a reflexionar sobre nuestros aprendizajes, a preguntarnos sobre ellos y sobre nuestros deseos, experiencias, y podemos también aprender a enfrentar la incertidumbre y a tener logros, a pesar de ella.

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Linkedin: Martha Pereira

Referencias 

Baum, F. (1984). El Mago de Oz. Buenos Aires, Argentina: Editorial Orión.

CEPAL. (2022). Educación en tiempos de pandemia: Una oportunidad para transformar los sistemas educativos en América Latina. https://repositorio.cepal.org/server/api/core/bitstreams/e66c7b0e-41da-4a4a-be97-543097fccfb1/content

Institute for the Future, Dell Technologies. (2017). The next era of human machine Partnerships. Emerging Technologies0 Impacto on Society &Work in 2030. https://www.delltechnologies.com/content/dam/delltechnologies/assets/perspectives/2030/pdf/SR1940_IFTFforDellTechnologies_Human-Machine_070517_readerhigh-res.pdf

Medina, R., Pereira, M. (2017). La consciencia y el empoderamiento de la libre acción en la psicología de Vigotsky. En J. Plascencia, A. Morquecho (Coord). Repensar a los teóricos de la sociedad III. Editorial Universidad de Guadalajara. https://www.academia.edu/7223269/Repensar_a_los_te%C3%B3ricos_de_la_sociedad_I_2011

Reta, V. E.,  (2009). Las Formas de Organización del Trabajo y su incidencia en el campo educativo. Fundamentos en Humanidades, X(19), 119-137. https://www.redalyc.org/pdf/184/18411965007.pdf

Schore, A. (2003). Affect Regulation and the Repair of the Self. W W Norton & Co.


[1] Frank Baum, 1984.

[2] Viviana Reta, 2009.

[3] CEPAL, 2022.

[4] Institute for the Future, 2017.

[5] Raúl Medina y Martha Pereira, 2017.

[6] Alan Schore, 2003.


*Martha Patricia Pereira Moncayo

Integrante de MUxED. Tiene una maestría en Educación Primaria (Universidad de Alabama) y una especialidad en Neuropsicología del Aprendizaje por la Universidad Católica Argentina. Desde 2018 coordina el área de investigación en Mexicanos Primero Jalisco. Tiene más de 10 años de experiencia docente en preescolar y primaria, en Ecuador y México, así como docente universitaria en la Universidad San Francisco de Quito, Ecuador.




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