Tecnología educativa desde la lupa púrpura: ¿Somos democráticas con su uso en la educación?
Gema Jara Arancibia*
El texto subraya la urgencia de integrar la tecnología en la educación con un enfoque democrático. Aunque las plataformas digitales han ampliado oportunidades, persisten brechas por condiciones socioeconómicas, de género y ubicación geográfica. Las niñas enfrentan mayores obstáculos debido a la sobrecarga de trabajo doméstico y el acceso limitado a dispositivos. Tomando como referentes los aportes de Dewey y Freire, se plantea que la educación y el uso de la tecnología deben propiciar la igualdad. La tecnología, usada críticamente, puede cerrar brechas y fortalecer una ciudadanía activa. Garantizar su acceso equitativo es un imperativo ético y político.
Desde hace varias décadas, la investigación educativa ha resaltado la importancia de integrar la tecnología en las aulas como una herramienta clave para mejorar la enseñanza y el aprendizaje. En respuesta, diversos gobiernos han implementado políticas para dotar a las escuelas de infraestructura tecnológica. Por su parte, el sector privado ha impulsado también el uso de dispositivos digitales en contextos escolares, ampliando las posibilidades didácticas. No obstante, la incorporación de tecnologías en el mundo no ha estado exenta de tensiones, desigualdades y barreras de acceso.
México no ha sido la excepción. Sin embargo, fue hasta el año 2020, con la llegada de la pandemia de COVID-19 y la suspensión de clases presenciales, que la incorporación de herramientas digitales en la educación se convirtió en una necesidad ineludible. Ante el cierre repentino de los espacios escolares, el acceso a plataformas, contenidos en línea y dispositivos se volvió indispensable para intentar garantizar la continuidad del aprendizaje.
En este contexto, las plataformas digitales gratuitas y de acceso libre se consolidaron como una estrategia accesible para la enseñanza a distancia. Este tipo de tecnología, al ser compatible con diversos dispositivos móviles de bajo costo, amplía las oportunidades de acceso para estudiantes en entornos con limitaciones económicas y tecnológicas y fue una opción viable para las comunidades con escasa infraestructura digital o con una fuerte dependencia del teléfono celular como principal medio de conexión.
Según datos del INEGI para el año 2020, el 91 % de las viviendas con jóvenes en México (aproximadamente 19.5 millones) contaban con al menos un teléfono celular, y el 55.3 % de estos hogares (11.8 millones) tenía acceso a internet. Estos datos reflejan una penetración tecnológica considerable; sin embargo, el acceso a la tecnología no es equitativo entre el total del estudiantado. En México persisten importantes brechas, tanto por el nivel socioeconómico de las familias, como por las diferencias regionales y de género en el uso y aprovechamiento de herramientas digitales.
De acuerdo con la UNESCO, en América Latina, solo el 38 % de quienes se gradúan en carreras STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas) son mujeres, lo que evidencia una brecha significativa en la formación y participación femenina en áreas tecnológicas y científicas. Además, la desigualdad en el acceso a la educación también se refleja en la distribución de responsabilidades domésticas. Aun cuando en nuestro país, el acceso a la educación entre niñas, niños, adolescentes y jóvenes es equitativo, de acuerdo con el Boletín púrpura, ¿Estudias o trabajas? de MUxED, en México, cerca de 60 mil niñas no asisten a la escuela porque realizan labores del hogar, en comparación con 12 mil niños que no asisten por el mismo motivo. Es decir que las mujeres padecen esta discriminación cinco veces más que los hombres. Esta carga desigual no solo impacta en su acceso a la educación formal, sino también en su derecho al tiempo libre, al juego, al descanso y al desarrollo personal.
La literatura especializada señala que el trabajo doméstico de las niñas y jóvenes, realizado en condiciones inadecuadas, limita su acceso a la educación y afecta su rendimiento escolar. La falta de tiempo y energía para estudiar, sumada al estrés y la fatiga, obstaculizan seriamente su aprendizaje. Este fenómeno tiene implicaciones estructurales que perpetúan ciclos de exclusión y pobreza, especialmente cuando se acompaña de barreras culturales que desvalorizan la educación de las niñas bajo la premisa de que su rol está centrado en el ámbito del hogar.
Incluso en hogares con acceso a dispositivos tecnológicos, se prioriza con frecuencia el uso de estos recursos para los hombres. Esta práctica refuerza la idea de que el acceso a la tecnología es un privilegio masculino, relegando a las mujeres —madres e hijas— a un segundo plano. Esta situación se agrava en contextos rurales o de alta marginación, donde menos del 40 % de los hogares cuentan con internet fijo. El problema no es solo de conectividad, sino también de visión: la equidad digital implica garantizar no solo el acceso, sino también el uso significativo y justo de las herramientas.
Este panorama subraya la urgencia de fortalecer políticas públicas que garanticen una educación digital inclusiva, con perspectiva de género, que promueva el acceso equitativo de niñas y mujeres a tecnologías que potencien su desarrollo académico, profesional y ciudadano. Se trata, en última instancia, de contribuir a la construcción de una sociedad más justa, democrática e igualitaria.
Hablar de democracia en la educación implica también reflexionar sobre el papel que ésta desempeña en la transformación social. En este sentido, conviene recuperar los aportes de dos grandes pensadores del siglo XX: John Dewey y Paulo Freire, ambos sostienen que la educación debe ser, ante todo, una práctica de la libertad. Para Freire, “la educación verdadera es praxis, reflexión y acción del hombre sobre el mundo para transformarlo” (Freire, 1970). Dewey, por su parte, concebía la educación como un proceso social continuo que debía fomentar la participación ciudadana, el pensamiento crítico y la experiencia compartida. En este sentido, el aprendizaje habrá de ser una experiencia transformadora que habilite a las personas a comprender su realidad, cuestionar y actuar sobre ella.
Ambos pensadores conciben al estudiantado como sujeto activo del aprendizaje. Ambos se oponen a la idea de un alumnado pasivo que recibe información, y proponen metodologías que apuntan hacia la construcción colectiva del conocimiento. Freire critica duramente la educación expositiva, en la que las y los docentes depositan saberes en el estudiantado, y propone una pedagogía que problematice el mundo. Dewey, en una postura similar, defiende el aprendizaje basado en la experiencia vivida, afirmando que “la educación no es preparación para la vida, sino la vida misma” (Dewey, 1916).
Para Dewey, el diálogo es consustancial a la vida democrática, ya que permite la deliberación, la cooperación y el desarrollo de un pensamiento colectivo. Freire, afirma que el diálogo es la herramienta fundamental para la concienciación y el cambio social. “Nadie educa a nadie —nadie se educa a sí mismo— las personas se educan entre sí, mediatizadas por el mundo” (Freire, 1970).
Ambos coinciden en que la educación debe ser situada y contextualizada. Es decir, debe partir de la realidad concreta de quien aprende: su entorno, su cultura, su historia, su lengua. No se trata de aplicar modelos homogéneos, sino de diseñar procesos pedagógicos que reconozcan la diversidad. Esta concepción resulta especialmente relevante en el contexto latinoamericano, donde las desigualdades educativas están marcadas por factores económicos, de género, étnicos y territoriales.
Las ideas de Dewey y Freire siguen siendo un referente para pensar una educación democrática, crítica y humana. En un momento de cambios curriculares, de avances tecnológicos acelerados y de nuevas demandas sociales, recuperar estas perspectivas puede contribuir a diseñar entornos de aprendizaje más inclusivos, democráticos y transformadores. Esto incluye el diseño, uso y evaluación de tecnologías educativas que, lejos de reproducir desigualdades, contribuyan a superarlas.
Por ello es particularmente relevante diseñar y producir tecnología educativa sustentada en estos principios, evitando que el auge de nuevas herramientas como la inteligencia artificial o la realidad aumentada profundicen aún más la brecha digital, no solo entre ricos y pobres sino entre hombres y mujeres. Si dejamos que esta brecha siga creciendo, abriremos un abismo no solo entre quienes tienen o no acceso a dispositivos, sino entre quienes pueden y quienes no puedan desarrollar competencias tecnológicas esenciales para la vida en comunidad en el siglo XXI.
Las competencias necesarias tales como: comunicación digital, análisis de información o pensamiento computacional, no pueden ser privilegio de unos pocos. Incluso tareas cotidianas como solicitar una vacuna o inscribirse en un programa educativo requieren conexión a internet. Por ello, se vuelve un imperativo conocer las condiciones de vida del estudiantado y actuar con voluntad política para implementar propuestas democráticas que garanticen la igualdad sustantiva.
En síntesis, hablar de tecnología en la educación es hablar de derechos, de justicia y de igualdad. La educación digital con enfoque democrático no es solo una necesidad técnica, es una urgencia ética para educar a las nuevas generaciones.
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Referencias
CEPAL. (2023). Brechas digitales y educación en América Latina: desafíos y oportunidades. Comisión Económica para América Latina y el Caribe.
Coria, Sergio R. y Luz M. Garcia-Garcia. (2022). Digital divide among the States of Mexico: a comparison 2010-2020. Cornel University. Recuperado el 13 de junio de 2025 de: https://arxiv.org/abs/2211.00073?utm_source=chatgpt.com
Dewey, J. (1916). Democracy and Education: An Introduction to the Philosophy of Education. New York: Macmillan.
Freire, P. (1970). Pedagogía del oprimido. México: Siglo XXI.
INEGI. (2022). Estadísticas a propósito del Día Internacional de la Juventud (12 de agosto de 2022). Instituto Nacional de Estadística y Geografía. Recuperado el 28 de enero de 2025 de https://www.inegi.org.mx/contenidos/saladeprensa/aproposito/2022/EAP_Juventud22.docx
MUxED. (2024). Boletín Púrpura ¿Estudias o trabajas? MUxED. Recuperado el 17 de junio de 2025 de: https://www.muxed.mx/boletinpurpura/112
ONU Mujeres. (2022). Necesitamos más mujeres en carreras STEM. ONU Mujeres América Latina y el Caribe. Recuperado el 28 de enero de 2025 de https://lac.unwomen.org/es/stories/noticia/2022/02/necesitamos-mas-mujeres-en-carreras-stem
*Gema Jara Arancibia
Integrante de MUxED. Ha colaborado en la academia, el sector público, el sector privado y organizaciones de la sociedad civil. Ha desarrollado plataformas y materiales educativos con uso de tecnología para distintos niveles escolares. Actualmente se desempeña como coordinadora académica en la actualización de los canales educativos Mi Aula de YouTube y UNESCO para México, Argentina y Colombia, como parte de su labor en la consultoría en educación, BOTH.